Sant Feliú de Codines
24 de noviembre, 2002
2ª de 3
Barcelona
 
Un trial pasado por agua

Texto: Horacio San Martín
Fotos: Laura Corredera


Sant Feliú de Codines acogía la segunda cita de la Copa

   La segunda prueba de la novedosa Copa de España llegaba en esta ocasión a tierras catalanas, concretamente a Sant Feliú de Codines, localidad de sobra conocida en los ambientes trialeros por ser donde se celebran los prestigiosos Tres Días del Cingles desde hace ya 30 años. Con un panorama así no era de extrañar que la cita se presentase realmente interesante y probablemente como la más esperada de las tres a disputar gracias a la magnífica orografía de la zona para la práctica del trial.

   Como ya indicábamos en el reportaje de la primera prueba celebrada en Becerril de la Sierra (Madrid) este año la Copa de España cobra un interés especial y está ganando un gran prestigio, tanto para los pilotos participantes como para los aficionados y seguidores, ya que probablemente sea uno de los campeonatos de trial de clásicas más interesantes del panorama no sólo nacional sino Europeo.

   Volver a ver en acción las Bultaco, Montesa, Ossa, Merlin y demás motos que escribieron la historia del trial en un campenato nacional de gran nivel organizativo es todo un espectáculo. Además los pilotos en todas sus categorías tienen muy buen nivel, por lo que tanto al participar como al ver uno de estos triales se disfruta mucho. Imaginaros ver motos míticas, perfectamente cuidadas y puestas a punto, en zonas al estilo clásico de bonito diseño, escuchar el peculiar y característico sonido de cada una de ellas y a la vez comprobar la gran maestría de los pilotos en las zonas... es realmente interesante. La única pega que resta ese encanto especial es que los participantes visten con cascos y ropas modernas, salvo contadas excepciones. Si llevasen ropa de la época, aquellos monos Lot o Clice, los pantalones Mototécnica, cascos AGV, Nava o aquellas botas RG o Sidi, aunque fuesen réplicas, entonces ya sí que sería totalmente mágico, como volver al pasado, al trial non stop, al del equilibrio dinámico...

El paddockse situaba en el centro "La Fonteta"

   Pero afortunadamente el interés por el trial clásico es cada vez mayor y buena muestra de ello es el éxito de esta Copa de España. En Sant Feliú de Codines la inscripción era aún mayor que en Becerril de la Sierra, aunque no tomasen parte todos los pilotos que participan en la Copa Catalana y que podían haber aprovechado la ocasión, la razón es que, a diferencia del año pasado, esta vez sólo se podía competir con licencia nacional, ya que sólo puntuaba para la Copa de España y no para la Catalana.

   La semana había sido de lluvias en toda la península, y la previsión meteorológica preveía más agua. El Motoclub Cingles de Bertí había preparado 8 bonitas zonas marcadas en un precioso y un tanto complicado recorrido de 12 kilómetros al que los pilotos deberían dar tres vueltas. El parque cerrado y la carpa de salida se situaban en pleno centro de la población, junto al Centre Cívic "La Fonteta", y además bajo la dirección de carrera del eterno Ricardo Pinet, como siempre acompañado de su esposa Vera.

   El sábado, como era de esperar el cielo estaba cubierto, y las primeras gotas de una ligera lluvia eran tan puntuales que comenzaban a caer justo a las 10 de la mañana, momento en que tomaba la salida el primer participante. Desde ese momento la lluvia no paró ni un sólo momento en todo el día convirtiéndose en la protagonista de la jornada. Probablemente esto hizo que los aficionados prefiriesen quedarse en casa resguardados, por lo que los espectadores que acudieron a presenciar la prueba fueron bastante escasos.

El parque cerrado, ya bajo la lluvia

   Sin embargo, pese a lo que se pueda pensar, el trial resultó un verdadero éxito y los pilotos disfrutaron de lo lindo. Sí, la lluvia no paró, pero esto unido al diseño de las zonas y el recorrido hizo que se viviese un auténtico trial clásico como los disputados en el mundial cuando la temporada del mundial comenzaba en enero en la década de los 70 y los triales pasados por agua eran de lo más habitual. Muchos fueron los pilotos que disfrutaron más así que de haber estado el día soleado y caluroso.

   Las zonas se presentaron ideales en cuanto a su marcaje y dificultad para cada una de las categorías, la lluvia hizo que la dificultad fuese algo mayor en algunas zonas, pero tampoco demasiado, y es que el terreno de Sant Feliú de Codines es peculiar y la piedra porosa agarra mucho incluso estando empapada. Como ya hemos dicho se salía desde una plaza situada en pleno casco urbano, y se marchaba por la calle principal hasta llegar casi a la primera zona, situada en lo alto de la población, donde Andreu Codina esperaba a los participantes como control de zona. Esta zona sólo se componía de algunos giros sencillos y alguna subida de piedra, pero era la más sencilla del recorrido y los ceros eran habituales en todas las categorías, ideal para ir calentando.

En la zona 2 comenzaban las dificultades

   La segunda zona estaba bastante más alejada, a la que se llegaba por las pistas que llevan también a las primeras zonas de los Tres Días del Cingles. La cosa se complicaba por el barro, que se depositaba sobre algunas piedras sueltas y por las rodadas que se iban formando en la subida. Sin duda era otra zona bien planteada pero la que más se deterioró por la lluvia, convirtiéndose en una de las más difíciles. Los varios eran habituales entre los trialers y pre-72, donde sólo se vieron dos ceros y cuatro unos en la primera pasada, complicandose más posteriormente. Para experts era más difícil aún y sólo hubo treses y fiascos, y en masters más difícil todavía ya que sólo Salvador Rovira y Ramón Membrives lograron pasarla sin hacer fiasco en alguna ocasión.

   La siguiente zona estaba situada cerca de la anterior y se presentaba como una de las más bonitas y selectivas, comenzando con una bajada desde el camino al cauce del río y después un par de subidas al punto de partida, en las que el control de gas y el lograr mantener la trazada o improvisar en caso de perderla era fundamental. Aqui ya se veía de cerca el elemento protagonista de las tres siguientes zonas, el agua.

   A continuación había un grupo de tres zonas trazadas en el cauce del río, con piedra suelta y alguna otra complicación, en las que se podían realizar diversas trazadas, siendo este uno de los grandes atractivos de las mismas. También selectivas como la anterior fueron complicándose aún más con el transcurso de la mañana y es que la incesante lluvia hacía que el nivel del río fuese cada vez mayor, por lo que la diferencia de pasar estas zonas en la primera a pasarlas en las otras dos fue realmente notable. El río creció tanto que ya no se veían las piedras y el agua bajaba muy rápida y con fuerza provocando respeto y preocupación en los pilotos. En algunos tramos el agua cubría por completo los frenos y las estriberas, y casi tapaba las ruedas. Los controles llegaron a pensar la posibilidad de cambiar el trazado de alguna de ellas o incluso anularlas, pero finalmente no fue necesario.

Las zonas de agua fueron las más bonitas

   Sin duda las zonas de agua fueron de las más bonitas y sobretodo emocionantes. Incluso en la zona cinco había que tener mucho cuidado porque si no pasabas por el sitio podías hundirte en una poza. Los frenos de las motos perdían eficacia ante tanta agua y algunas sufrían problemas eléctricos, mientras los pilotos se calaban por completo como si estuviesen bajo la ducha. Un trial duro pero bonito que hacía disfrutar del verdadero trial a los más puristas.

   La penúltima zona estaba situada bastante más lejos, sobre una pequeña torrentera que finalizaba con un cerrado giro seguido de una subida de tierra en la que había que realizar otro giro, una vez más bonita y sin peligro para la moto ni para el piloto, pero complicada de sacar a cero. A la última zona se llegaba tras un bonito recorrido entre árboles y desniveles, típico del frondoso paisaje de la comarca. Sin embargo el recorrido era algo complicado para aquellos quienes llevaban motos más clásicas, pues habia un par de escalones y algunas subidas complicadas entre piedras y raíces. La octaba y última zona también comenzaba sobre un pequeño riachuelo en el que había que elegir muy bien la trazada sobre las piedras sueltas y que finalizaba en un complicado giro en el que no dejarse un pie sólo quedaba al alcance de los mejores.

   Una vez completadas las ocho zonas aún había que recorrer unos 4 kilómetros hasta el punto de salida, en el que Pinet esperaba para cambiar la tarjeta a los participantes y ofrecerles algo de bebida y frutos secos. Este último recorrido era tan bonito como los anteriores y durante un buen rato se tenía que rodar sobre un estrecho riachuelo entre laderas y árboles por el que bajaban las aguas de la lluvia. Las tres vueltas transcurrieron bajo la lluvia, y el tiempo de 5 horas fue suficiente para realizar con tranquilidad el recorrido.

   Veamos ahora como fue la competición en las cuatro categorías:

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